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EDUCACIÓN

Humanizar la tecnología: el gran reto educativo del siglo XXI

Vivimos un tiempo en el que la tecnología se ha convertido en parte inseparable de la vida cotidiana y de la escuela. Pizarras digitales, plataformas interactivas, inteligencia artificial o entornos virtuales de aprendizaje son ya habituales en las aulas. Pero la verdadera pregunta no es cuánta tecnología usamos, sino para qué la usamos. ¿Cómo lograr que la tecnología sirva al desarrollo integral de la persona y no al revés?

Autoría: Arenales

05 de noviembre de 2025

5 min de lectura

La tecnología como aliada: beneficios y oportunidades

Usada con propósito, la tecnología puede ser una extraordinaria herramienta educativa:

  • Personalización del aprendizaje: permite adaptar los contenidos y ritmos a las necesidades de cada alumno, favoreciendo la inclusión.
  • Motivación y creatividad: el entorno digital ofrece recursos visuales e interactivos que estimulan la curiosidad y el pensamiento divergente.
  • Aprendizaje colaborativo: facilita el trabajo en red, la comunicación entre equipos y la creación de proyectos compartidos.
  • Acceso al conocimiento global: elimina barreras geográficas, permitiendo que cada estudiante aprenda desde cualquier lugar y conecte con realidades diversas.
  • Datos al servicio del aprendizaje: las plataformas digitales y la IA ayudan al profesorado a conocer mejor los progresos, dificultades y potenciales de cada alumno.

Como señala Gustavo Entrala, experto en innovación y comunicación digital, “la verdadera transformación no viene de la tecnología, sino del modo en que la usamos para mejorar la vida de las personas”.

Integrar la tecnología en el aula, por tanto, no es una meta en sí misma, sino una oportunidad para enseñar de forma más eficaz, más personalizada y más significativa.

La tecnología puede ser una extraordinaria herramienta educativa

“La verdadera transformación no viene de la tecnología, sino del modo en que la usamos para mejorar la vida de las personas”, Gustavo Entrala.

“

La verdadera pregunta no es cuánta tecnología usamos, sino para qué la usamos.

El valor de lo analógico: libros, papel y experiencia directa

Educar en un mundo digital no significa renunciar al valor de lo analógico. Los libros, el papel y la escritura manual siguen siendo insustituibles en muchos procesos cognitivos y formativos.

La lectura profunda, la escritura a mano o el subrayado en papel activan la memoria, la atención y la comprensión lectora de manera distinta a las pantallas. El papel invita a la pausa, al pensamiento crítico y a la conexión con lo esencial.

El desafío actual no es elegir entre pantallas o libros, sino aprender a convivir con ambos mundos. La tecnología debe complementar, no reemplazar, lo que el contacto humano y la experiencia tangible siguen ofreciendo: el gesto, la conversación, la mirada.

Riesgos y desafíos del entorno digital

  • No obstante, todo avance conlleva riesgos que la educación debe saber anticipar y acompañar:
    • Dependencia y distracción: el uso excesivo de pantallas puede disminuir la concentración y generar adicción o ansiedad.
    • El exceso de dispositivos puede aislar y generar dependencia emocional.
    • Superficialidad: la inmediatez digital puede debilitar el pensamiento crítico y la reflexión profunda.
    • Brecha generacional: muchos adultos se sienten ajenos al mundo digital en el que viven sus hijos o alumnos, lo que dificulta el acompañamiento.
    • Privacidad y ética: la gestión de datos, la inteligencia artificial y los algoritmos exigen una mirada responsable y formativa.

    Como recuerda María Zalbidea en Cosiendo la brecha digital, “los jóvenes habitan lo digital como su lenguaje natural; nuestro papel no es juzgarlo, sino acompañarlos para vivirlo con equilibrio y sentido”.

    De ahí que educar en la era digital no sea solo enseñar competencias tecnológicas, sino formar criterio, responsabilidad y empatía digital.

    En este contexto, surge también un nuevo protagonista: la Inteligencia Artificial.

Una oportunidad que exige criterio

“Los jóvenes habitan lo digital como su lenguaje natural; nuestro papel no es juzgarlo, sino acompañarlos para vivirlo con equilibrio y sentido”, María Zalbidea.

“

La IA no debe reemplazar al profesor, sino potenciar su labor. Su valor no está en “enseñar por nosotros”, sino en ayudarnos a enseñar mejor.

La inteligencia artificial: una oportunidad que exige criterio

La IA se presenta como una herramienta con un enorme potencial educativo: puede personalizar el aprendizaje, generar contenidos adaptados, ofrecer tutorías virtuales o analizar el progreso de cada estudiante en tiempo real.

Sin embargo, también abre interrogantes éticos y pedagógicos que no pueden ignorarse:

  • ¿Cómo garantizar la privacidad y protección de datos del alumnado?
  • ¿Qué pasa si delegamos en los algoritmos decisiones que exigen criterio humano?
  • ¿Cómo aseguramos que la IA no sustituya la creatividad, el pensamiento crítico o la relación interpersonal?

La IA no debe reemplazar al profesor, sino potenciar su labor. Su valor no está en “enseñar por nosotros”, sino en ayudarnos a enseñar mejor. La clave está en usarla como herramienta complementaria, no sustitutiva. Por eso, educar en tiempos de inteligencia artificial significa formar en inteligencia humana: en pensamiento, ética, empatía y responsabilidad.

Humanizar la tecnología: el reto educativo del siglo XXI

Humanizar la tecnología significa ponerla al servicio del desarrollo integral de la persona.

No basta con enseñar a usar herramientas: hay que educar para vivir humanamente en entornos digitales.

Esto implica:

  • Formar en empatía y responsabilidad digital.
  • Promover la reflexión y la interioridad frente a la inmediatez y la dispersión.
  • Asegurar que las herramientas digitales fortalezcan los vínculos entre alumnos, docentes y familias.
  • Recordar que la educación sigue siendo un encuentro entre personas, no entre pantallas.

Humanizar la tecnología es hacer que los avances técnicos sirvan al crecimiento humano.

No se trata de tener más dispositivos o más datos, sino de cultivar más sabiduría, más criterio y más humanidad.

Una escuela equilibrada, libre y consciente

La escuela del futuro será aquella capaz de integrar la innovación sin perder su alma. Que use las pantallas con propósito, pero que siga abriendo libros. Que aproveche la inteligencia artificial, pero que conserve la inteligencia del corazón.

Educar en un mundo digital no es elegir entre pasado y futuro, sino aprender a unirlos.

Porque la verdadera innovación no consiste en multiplicar los recursos, sino en recordar siempre para quién y para qué educamos.

Claves para una sana educación digital 

Humanizar la tecnología requiere visión y acompañamiento. Estas son algunas pautas para hacerlo posible:

  1. 🎯 Definir propósito: antes de incorporar cualquier herramienta digital, preguntarse qué valor aporta al proceso de aprendizaje.
  2. 📚 Combinar lo digital y lo analógico: equilibrar el uso de pantallas con lectura en papel, escritura manual y diálogo presencial.
  3. 👩‍🏫 Formar al profesorado: ofrecer capacitación continua en competencias digitales y en pedagogía del uso responsable.
  4. 🧠 Educar en criterio digital: enseñar a los alumnos a seleccionar fuentes fiables, gestionar su tiempo y cuidar su bienestar emocional.
  5. 🤝 Acompañar a las familias: crear espacios de formación compartida que ayuden a orientar el uso de la tecnología en casa.
  6. 💬 Fomentar la empatía digital: promover el respeto, la convivencia y la responsabilidad en redes sociales y entornos online.

Como bien recuerdan desde Empantallados, iniciativa que impulsa la educación digital positiva, “el problema no son las pantallas, sino el tiempo, el contenido y la compañía con que las usamos.”

Una mirada esperanzadora

Educar en la era digital no es un desafío imposible, sino una oportunidad para renovar el sentido de la educación.

Si logramos que la tecnología esté al servicio de la persona —y no la persona al servicio de la tecnología— estaremos construyendo una escuela más libre, más creativa y más consciente.

Humanizar la tecnología es formar ciudadanos capaces de mirar al futuro sin miedo, de usar la inteligencia artificial sin perder la natural, de vivir conectados sin dejar de mirar a los ojos.

Porque la educación del siglo XXI no consiste sólo en enseñar a usar herramientas, sino en enseñar a ser plenamente humanos en medio de ellas.

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